Nunca vi a ninguno, pero vivía obsesionado con ellos y durante el desayuno solía dejarles, en un travesaño que había debajo de la mesa del comedor, un par de galletas que a la hora de la cena habían desaparecido. Quizás mi madre las retiraba en secreto. Tal vez se las comía ella misma para alimentar a los hombrecillos que llevaba dentro de su cabeza.
Los objetos nos llaman, J.J. Millás.
3 comentarios:
Creo que me quedo con el de la burbuja. Me impactó un petit peu.
Lo sé, pero intento quen este blog no sea tan pesimista como el resto de blogs que he tenido. Intento mantener mi oscuridad cerca de la luz.
Así que escribo sobre los hombrecillos. Al menos por ahora.
La imagen de los hombrecillos carcome la conciencia.
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