jueves, 5 de noviembre de 2009

1er trabajo para Curso de Creación Literaria

Mi nombre es Isabel, y este sea tal vez el nombre más bonito del mundo. No solo porque rime con cascabel, sino también porque cuando era pequeña mi padre solía decirme que tenía el culo de papel, y aquello me hacía mucha gracia.

Cuando cumplí nueve años supe que de mayor iba a ser granjera, pero mi padre truncó mi futuro al decirme que, en caso de ser el padre de la dueña de una granja, él entraría todas las noches a escondidas para llevarse las gallinas y comérselas al día siguiente. Entonces quise ser abogada, porque son los abogados los que se comen a las personas. Y aunque ahora soy estudiante de filología francesa, la vida es mucho más inteligente y sabia que nosotros mismos y ésta me explicó que, sea lo que sea o estudie lo que estudie, siempre habrá algo que me hará muy feliz: el cine.
Me gusta el cine porque cada vez que vemos una película corremos el riesgo de encontrarnos en ella vestidos con traje de hombre, o de niño, o de anciana. O incluso disfrazados de ciudad. Hubo una vez en la que yo fui la Metrópolis de Fritz Lang.
Me gusta tanto el cine que, a veces, cuando me gustan los labios de alguien, aprieto mucho los míos y beso como lo hacía Clark Gable en Mogambo. Y así me fundo en un apasionado beso de cine clásico.

Además del cine tengo otra gran pasión, pero esta suelo ocultarla. Me encanta escribir con el dedo. Escribo en el aire, en las paredes, en las mesas, sobre mi propia piel y hasta sobre el agua, como Jesucristo. Algunos dicen de este placer que es un tic, pero yo les digo a algunos que los tics son siempre irracionales y automáticos y yo, antes de escribir cualquier cosa, pienso bien qué palabra voy a poner.
Estas dos pasiones me han llevado a pensar que mi destino debería haber sido el cine mudo, pero me temo que las películas de Chaplin son irrecuperables. Llego demasiado tarde.

También duermo. Hay semanas durante las que apenas puedo conciliar el sueño, tardo en dormirme, me despierto temprano y durante la noche me muevo de arriba para abajo, de derecha a izquierda, me enrollo en las sábanas y me desenrollo también, incluso me caigo al suelo. Pero luego llega el fin de semana, e hiberno. Duermo muchas horas, muchísimas. Creo que unas 26 horas al día. Y cuando me despierto, me quedo un rato en la cama, para probarme a mí misma; solo para saber si puedo aguantar tantas horas seguidas en posición horizontal, si es posible que la sangre siga llegándome al cerebro o si se me ha quedado toda estancada en la espalda.

Para terminar, mi mayor terror son los finales. Nunca sé cuándo deben llegar. Ni cómo. Ni dónde. Ni nada de nada. Siempre me pillan desprevenida y no suelo estar nunca preparada. Por eso me quiero tatuar la palabra over, para no olvidar que los finales siempre llegan.

7 comentarios:

Blinho dijo...

Lo mejor de todo el final, ya lo sabes, pequeña.

lo que no veo es tu petit comité 2...

Isabel dijo...

Es que preferí que hubiese un intervalo de tiempo mayor entre un petit comité y otro. Pero llegará. Además, Bad Romance tiene que aparecer.

Patricia Álvarez dijo...

me encanta, y no me parece nada infantil. Es muy inteligente y gracioso a la vez... y muy real! (sobre todo lo de dormir) XD

Okcinema dijo...

oooh.. me encanta!! ^ ^

(soy Iria, por cierto :) )

Hoy exponemos Antía y yo nuestro trabajo sobre Murakami

Deséanos suerte!!

:)

aaaaaaa dijo...

Ay Isa, qué gustazo leerte! Tienes un don maravilloso!

Ya me dirás que te dicen el lunes en el curso.

Por lo demás, seguiré vigilando tus pasitos por aquí... :)

Anónimo dijo...

Hacía movimientos con las manos, a veces cogía un bolígrafo y se ponía a dibujar en el aire, o simplemente rozaba con el dedo el papel que tenía delante o la superficie de la mesa; ¿que querría transmitir con eses impulsos? ¿cual sería el significado de esos garabatos autómatas que parecían tener tanto sentido? Inútil necesidad de compreder, solamente serían descifrables detrás sus ojos...

Isabel dijo...

Solo la gente que se acercaba mucho a ella podía descubrir qué se escondía tras las ondas que marcaba sobre el aire.