Pero cada vez que la veo, vuelvo. O nunca me he ido, estoy allí.
La música, las imágenes, los silencios, las espadas y las caricias, el final.
Cada vez que veo La casa de las dagas voladoras, Xiao
Mei sigue siendo Xiao Mei.
Cada cierto tiempo trato de olvidarla, convencerme de que nunca la vi. No sé muy bien por qué lo hago.
No sé si es un castigo o un alivio. Pero así es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario